Muchos de nuestros vicios o manías los realizamos de forma inconsciente. Si pudiéramos elegir, probablemente no nos morderíamos las uñas, nos tiraríamos del pelo o nos meteríamos constantemente los dedos en la nariz. Pero más allá de lo antiestético de ver a alguien hurgándose las fosas nasales o de unas manos sin uñas, muchos de estos tics que relacionamos, a veces erróneamente, con un estado de estrés, pueden acarrear problemas para nuestra salud.
Mordisquear objetos: daños en el esmalte dental
Lápiz, bolígrafo, funda de teléfono, tapón de la botella de agua, el cable de los cascos o el palito para remover el azúcar del café de máquina. Necesita mordisquear algo, llevarse cualquier cosa a la boca y enganchar con los dientes. Se hace para calmar los nervios, pero también es un gesto que muchas personas utilizan inconscientemente porque les sirve de ayuda para concentrarse. Los dientes están diseñados para masticar alimentos y utilizarlos para morder otros objetos hace que nuestra dentadura ejerza una presión que, con el tiempo, desplaza los dientes o incluso los rompe.
“El esmalte dental es el material más duro del cuerpo humano, pero no es inmune al desgaste. No podemos evitar masticar alimentos, pero sí morder o manipular con nuestros dientes objetos duros como lápices, botellas, caramelos duros e incluso abusar de los chicles, porque aunque estos facilitan la higiene oral y la producción de saliva, su uso continuado también puede producir un desgaste excesivo que puede llegar a dañar el esmalte”, señalan desde la Sociedad Española de Periodoncia.
Morderse la boca y el interior de las mejillas: llagas e infecciones
No se trata de esas veces que nos hemos pegado un bocado en el labio o en el interior de nuestras mejillas accidentalmente, ya sea porque queríamos hablar y comer al mismo tiempo o porque teníamos la boca acartonada después de la visita al dentista; el hábito de morderse la piel a propósito existe y se llama dermatofagia. La psiquiatría lo recoge dentro del apartado de control de impulsos, del mismo modo que morderse las uñas. Un trabajo del Centro de Dermatología de Seattle (EE UU), explica las razones que dan lugar a este vicio: “Es una forma de responder al estrés, un método para liberarlo. Muchas personas con dermatofagia comienzan mordiendo sus lápices en el colegio y en algún momento de su vida comienzan a morder su piel. Otras muchas veces desarrollan este hábito como consecuencia de otro trastorno y hay algunas que llevan toda su vida haciéndolo sin que les ocasione el menor problema”. Eso sí, los expertos advierten de que hay que tener cuidado con las llagas e infecciones que se pueden generar en la mucosa bucal en los casos más graves, esos en los que a pesar de ser consciente del dolor y las heridas, no hay voluntad de ponerle freno.
Toquetearse la cara: cicatrices y úlceras
Posiblemente no se dé ni cuenta, pero inmerso en un estado profundo de concentración o evasión total, puede que se toque y pellizque la cara una y otra vez. Esto se agrava si tiene granitos, espinillas o costras que rascarse hasta arrancarlos. La Foundation for Body-Focused Repetitive Behaviors (EE UU) considera que el chronic skin picking, el término utilizado en inglés para pellizcarse la piel, se produce casi siempre cuando la persona está ansiosa, tiene miedo, emoción o aburrimiento, siendo muy raros los casos que guardan conexión con otros trastornos físicos o mentales, como un trastorno obsesivo-compulsivo, autismo o trastornos dermatológicos o de abuso de sustancias.
Hurgarse la nariz: hemorragias
Nos hurgamos la nariz. A pesar de ser una de las cosas que más rechazo nos causa ver en otras personas, según algunas encuestas, pocos nos salvamos de caer en esa tentación, al parecer placentera. Incluso hay un término médico para ello: rinotilexis. Hace ya una década, los investigadores Trevor D. B. Thompson y James W. Jefferson publicaron un estudio en el Journal of Clinical Psichiatry para el que encuestaron a 1000 adultos: el 91% confesó hacerlo alguna vez al día y un 1,2 % aseguró que se hurgaba menos una vez cada hora. Los científicos concluyeron que este hábito no podía considerarse patológico. Cinco años más tarde, dos médicos del Instituto Nacional de Salud Mental y Neurociencias de Bangalore (India), descubrieron que casi el 100% de los 200 adolescentes a los que preguntaron se metían el dedo en la nariz una media de 4 veces al día. Lo hacían para rascarse o limpiar restos, pero el 12% admitió hacerlo por placer.
Morderse las uñas: infecciones en dedos y boca
Es uno de los hábitos más extendidos: una investigación de la Universidad de Ciencias Médicas de Shiraz (Irán) asegura que tres de cada 10 personas se muerden las uñas. Aunque solemos asociar este tic a un estado de nerviosismo, nadie ha podido confirmarlo. Por ejemplo, un estudio publicado en el 2015 en el Journal of Behavior Therapy and Experimental Psychiatry indicaba que el “motor de la onicofagia (que es como se llama en medicina a este hábito) no es la ansiedad, sino el perfeccionismo”. El Javier Correas Lauffer, jefe de Psiquiatría del Hospital Universitario del Henares, Madrid, lo define como “un trastorno del control de impulsos. En este tipo de conductas el individuo siente una sensación placentera, aunque también puede experimentar un alivio de tensión interna»
Por muy inofensivo que parezca, este hábito puede traer numerosas complicaciones. “La piel que rodea la uña puede inflamarse e infectarse, lo que puede provocar bastante dolor. Aunque es más raro que suceda, también se pueden producir quistes intraóseos e infección del hueso. Sin olvidar que algunas personas que se muerden las uñas también presentan en ellas manchas o bandas oscuras longitudinales y una mayor presencia de bacterias potencialmente patógenas en su boca”, explica José Domínguez Auñón, jefe de la Unidad de Dermatología del Hospital Universitario del Henares. Y los síntomas no están localizados únicamente en las manos: este hábito puede conllevar infecciones intestinales, desgaste en el esmalte dental, alteraciones en la mandíbula que pueden producir dolor y problemas al masticar, y lesiones en las encías causantes de gingivitis o enfermedad periodontal.
Crujir los huesos: dolor crónico
Quienes lo hacen, aseguran que hacer sonar los huesos de las manos, del cuello o de la espalda, relaja mucho. “El responsable del ruido no es ni el hueso, ni los tendones ni los ligamentos que rodean a la articulación, sino un gas intraarticular. Las articulaciones están rodeadas por una cápsula sinovial con líquido y una cierta cantidad de aire cuya función es la de lubricar las articulaciones para que nuestros huesos no se desgasten. Para provocar el chasquido, lo que hacemos es colocar la articulación en una posición determinada para que el espacio entre los huesos aumente y también el volumen de lesta cápsula, creando una zona de baja presión que provoca que los gases salgan del líquido en forma de burbujas que estallan y son las que producen el crujido”, explica José Santos, secretario del Colegio Profesional de Fisioterapeutas de Madrid.
Hay personas que lo hacen para relajar una tensión muscular que se han detectado puntualmente, pero es cierto que hay quien recurre a este gesto de manera reiterada para aliviar un estado de estrés generalizado. “Es un problema y no porque, como erróneamente se piensa, estos estiramientos puedan producir una artrosis en el futuro, sino porque realmente así no está atajando su verdadero problema: el estrés. Si la razón es aliviar el dolor articular, tampoco ayudará a solucionarlo, ya que es el ejercicio y una buena dieta la que nos ayudará a tener un buen tono muscular, que repartirá más la tracción y compensación que sufren las articulaciones, previniendo así la rigidez y el dolor”, matiza el experto. Además, añade, se ha demostrado que a la larga este chascar de huesos no desgasta el cartílago, dado que no hay roce óseo entre ambas partes de la articulación, pero sí puede provocar una hiperexcitación de las terminaciones nerviosas de la articulación, una de las causas del dolor crónico.
Rechinar los dientes: dolor de cabeza y fracturas dentarias
Si suele apretar mucho sus dientes superiores contra los inferiores, o bien los hace rechinar al frotarlos unos contra otros, padece bruxismo. Según un informe realizado por expertos del Hospital Ruber Dental de Madrid, más de un 70% de la población adulta padece este hábito del que existen dos tipos: uno que es involuntario e inconsciente, que tiene lugar mientras dormimos y otro que se produce mientras estamos despiertos y que está más relacionado, como así lo prueban muchos estudios científicos al respecto, con el estrés psicológico y la ansiedad.
Óscar Castro Reino, médico estomatólogo y presidente del Consejo General de Dentistas de España, asegura que el bruxismo “también puede asociarse a una malposición dentaria, a alteraciones del sueño y a determinados hábitos al dormir, como por ejemplo dormir de espalda. Las consecuencias son el desgaste del esmalte, algo que provoca una sensibilidad dentaria bastante dolorosa, y lleva a padecer dolores de cabeza, contracciones musculares a nivel cervical, dolor en la mandíbula o fracturas en los dientes”
Tirarse del pelo: calvicie
Si usted enreda su cabello entre su dedo de manera habitual notará que algunos pelos terminan cortándose y consecuentemente se caen quedando atrapados en su mano. Es otra manera de liberar tensión que, en principio, no hay mayor problema que un cierto maltrato a la melena. Pero según el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, hay un 4% de la población mundial que lo hace compulsivamente y sin control, lo que se denomina tricotilomanía. Un estudio realizado por la Universidad de Duke (EE UU) y publicado en Nature, demostraba que no solo es un impulso llevado a cabo por personas obsesivas, sino que la mutación de un gen que interviene en la formación de las conexiones entre neuronas (el SLITKR1) también podía explicar el 5% de los casos.
Según la web de ayuda e información sobre la tricotilomanía, nos solemos tirar más de los pelos de la cabeza (75%), pero también hay personas que se tiran de las pestañas (53%), cejas (42%), pubis (17%), barba (10%) o pecho (3%). Los problemas capilares que provoca este hábito son evidentes, puesto que en los casos más extremos da lugar a una calvicie parcial o total.
Fuente: El país