Las estadísticas son reveladoras. En Canadá, 70% de los millennials está postergando la compra de su casa propia y prefiere, en cambio, arrendar o vivir con sus padres. En Estados Unidos, casi el 80% de los jóvenes de entre 18 y 34 años prefiere gastar su dinero en vivencias (eventos deportivos, musicales o artísticos, fiestas, etc.) antes que usar su dinero para comprar bienes. Y en Chile, el panorama es el mismo: un estudio de GfK Adimark dice que el 41% de los chilenos retrasaría la posibilidad de cambiarse a la casa de sus sueños para viajar, mientras que el 64% preferiría retrasar la compra o renovación del auto con tal de poder realizar un viaje.
Las cifras son contundentes: hoy por hoy vemos que los jóvenes millennials de 16 a 34 años están eligiendo invertir su dinero en disfrutar experiencias positivas y enriquecedoras, como viajar, antes que comprar bienes durables como la primera vivienda, el primer auto u otros bienes de consumo.
Esta realidad que nos revelan los jóvenes es sumamente enriquecedora para el turismo, y responde a varios factores. El principal es que hay mayor acceso económico: viajar hoy es mucho más fácil que antes, gracias al auge de las cuotas, amplia oferta aérea y hotelera y la disponibilidad de ofertas todo el año. El segundo factor es que el acceso a televisión de pago e internet ha aumentado el interés por conocer nuevas culturas. Por último, las experiencias que se adquieren en un viaje son igual de importantes que la educación. Viajando se puede aprender tanto o más que yendo a la universidad.
Lo que podemos rescatar de los millennials es su aprecio por el valor de las experiencias por sí mismas. Viajar ya no es un símbolo de status, ni un lujo, los jóvenes entendieron el poder liberador que tienen los viajes de placer, poniéndolos primeros en su lista de cosas por hacer.