viernes, mayo 10, 2024

Tironi escarba en las causas históricas del malestar y del enojo de la DC

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Este lunes Eugenio Tironi publica una interesante columna en la que se sumerge en las causales históricas de malestar y el enojo de la DC, cuestión que está íntimamente ligada a los religioso –entre otras causales- descubre lo que tiene molesta a la DC: “El retroceso que viene experimentando, en todos los niveles, eso que podríamos llamar el catolicismo-comunitarista, que es la fuente de identidad de la DC”, señala el sociólogo en su escrito que lleva en u edición impresa El Mercurio.

A continuación publicamos íntegramente la columna de Eugenio Tironi que titula: “Eugenio Tironi».

“Con la DC no se juega», señaló la Presidenta del partido cuando anunció hace algunos días que suspendía su participación en la instancia de coordinación de la Nueva Mayoría con el Gobierno. Su gesto se ha interpretado de diversas maneras; desde la protesta ante la falta de autocrítica de La Moneda por los resultados del 23-O hasta el deseo de provocar un remezón que desemboque en el cambio del equipo político, pasando por el disgusto ante la remoción de un alto funcionario afín al PDC. Sin descartar estos motivos, es probable que esta reacción sea el síntoma de algo más profundo y que se ha venido incubando desde hace largo tiempo.

Para la teoría psicoanalítica, el síntoma es la representación de un deseo que ha sido reprimido o censurado por la conciencia, y que se expresa en forma algo atolondrada, dando rodeos, desviándose de su meta, desfigurándose, o descargándose sobre objetos ajenos. Algo de esto hay en el gesto de la DC. Es la expresión de un deseo que ella misma no sabe interpretar, y que estalla periódicamente bajo formas que a simple vista no tienen mucha justificación: el deseo de ser tomada en cuenta.

Es algo difuso, difícil de verbalizar; algo cuya confesión resulta hasta vergonzante, nada de lo cual lo hace menos real. Lo dijo la principal figura DC en el gabinete, el ministro del Interior, en un lapsus que no requiere mayor análisis: que son el «arroz graneado», los convidados de piedra de la Nueva Mayoría y el gobierno. Los democratacristianos sienten que su sensibilidad, sus dudas, su estética y, por qué no, sus miedos, no son respetados. Se los mira con condescendencia, pero finalmente como obstáculos, como resabios conservadores, incluso como falta de coraje; no como reflejos de una visión que merece ser acogida, interpretada e incorporada.

Ese malestar tiene su origen en un acontecimiento histórico más amplio: el retroceso que viene experimentando, en todos los niveles, eso que podríamos llamar el catolicismo-comunitarista, que es la fuente de identidad de la DC. Primero fue golpeado por el discurso marxista que se propagó, incluso en el seno de la DC, con la radicalización de los años sesenta del siglo pasado. En seguida sufrió el acoso de la Escuela de Chicago, que fuera el soporte intelectual de un catolicismo pragmático, individualista, neoliberal y anticomunitario que desplazó a la DC de la élite económica. Hoy en día el hostigamiento proviene desde el laicismo militante, que ha colonizado la centroizquierda, cuyo objetivo primordial -antes que la igualdad, la prosperidad o la democracia- es la emancipación de la esfera pública de la influencia de la religión, sea por la vía de sus instituciones, de sus creencias o de sus ritos.

Un hito clave fue la sustitución de la Concertación por la Nueva Mayoría, que se llevó a cabo con una lógica estrictamente de poder, prescindiendo de las sensibilidades culturales en juego. Esto borró de un plumazo aquel delicado equilibrio entre las visiones católico-comunitaristas y laicas alcanzado bajo la dictadura, motivado por la aspiración a componer un punto de vista común. El resultado fue una coalición que carece de empatía y de un norte común, y que más parece un campo de batalla. El laicismo militante mira a la DC como un adversario, un quinta columna, mientras los democratacristianos ven con impotencia cómo el laicismo -que algunos identifican equivocadamente con los comunistas- cuestiona su razón de ser, empuja al pueblo católico a los brazos de la derecha y aplaude con regocijo su decadencia. Es de aquí, no de un episodio en particular, de donde brota la molestia de la DC”,

Sería bueno que la dirigencia de la colectividad la leyera.

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