Cómo el Brexit el mundo esperaba otro resultado, avalado por las encuestas que le daban al sí un triunfo contundente, superior al 60%. Pero no fue así, frente a todo pronóstico la opción contraria a los acuerdos de paz, alcanzados entre el gobierno y las Farc, se impuso por una diferencia de poco más de sesenta mil votos. El no obtuvo el 50,21% de los votos contra el 49.78 del sí y una abstención del 62.57%.
El Presidente Santos, se movió rápido en medio de la derrota, de hecho, está en juego todo su capital político para lo que le resta de su mandato (dos años) y señaló que seguiría luchando por la paz; dando certezas de qué es el garante de la estabilidad del país y por lo tanto su apuesta por un acuerdo que resuelva el conflicto armado colombiano sigue en pie. Sin embargo, ya no depende sólo de él, sino también de la guerrilla y los líderes de la misma, en particular del líder de las FARC, Rodrigo Logroño, alias Timochenko, que al concluir la décima conferencia de la guerrilla, anunció el fin de la guerra. Este deberá demostrar la capacidad para mantener el orden interno de los insurgentes e incentivarlos para que no se fragmenten e intenten mantenerse en la lucha.
Resulta evidente que no existía un plan B, ya sea por exceso de optimismo o porque se asumió como una estrategia para que ganara el sí, intentar convencer a los colombianos que votar no, era un salto al vacío. Está claro que los votantes no tuvieron miedo de ese escenario y por eso ahora, es necesario construir una alternativa, en un marco de incertidumbre.
Sin embargo, el resultado negativo debe enseñar a los negociadores de la Habana, que el pueblo colombiano, no se sintió incluido en el acuerdo que se había alcanzado, o peor aún apreció que el acuerdo le entregaba a la guerrilla un verdadero triunfo institucional, que ellos no estaban dispuesto a entregar. Lo que se traducía en la posibilidad que las Farc, obtuviese, impunidad bajo el expediente de la denominada justicia transicional- con tribunales ad hoc y penas rebajadas a cinco y ocho años, sumado a una serie de granjerías económicas para lograr su reinserción social y una representatividad garantizada de diez representantes en el Congreso, al margen de los votos que alcanzaran. Todas estas concesiones a la mayoría de los votantes les resultó inaceptable y los llevó a movilizarse para votar y rechazar el acuerdo.
Las Farc han mostrado su disposición a seguir adelante en las conversaciones, pero ambas partes deben partir reconociendo que no han sido capaces de incentivar a la ciudadanía ya sea por el rechazo al acuerdo o la abstención, con un proyecto de paz, que se asumió, de manera ingenua y anticipada, que una sociedad como la colombiana, que ha sufrido más de medio siglo de conflicto armado, iba a apoyar con entusiasmo.
Cómo sucedió con el Brexit, ahora todo depende como se muevan las fichas, tanto desde el gobierno, que debiera ser capaz de incluir más a el ex presidente Uribe, quien llamó a votar por el no y que luego de emitir su sufragio señaló que la “paz era ilusionante, pero los textos de la Habana eran decepcionantes”, expresando de manera clara, el sentimiento de los que votaron no en el referéndum.
Lo cierto, es que uno de los problemas principales para construir este nuevo escenario, consiste en que la guerrilla obtuvo tantos logros en las negociaciones de La Habana, que difícilmente va a transar en reducirlos. Lo positivo, es que incluso los que votaron que no, están por la paz, lo que rechazan es el exceso de concesiones hacia una guerrilla debilitada, que supo vender a un alto precio, la esperanza de alcanzar este acuerdo. Los colombianos pensaron que era excesivo y no estuvieron dispuesto a pagarlo.