El reggaeton ha llenado las canciones de libertad creativa, anarquía normativa, polimetría y temas históricamente marginados en la cultura, como el petróleo. “Es la llama de mi alma cual aurora”, escribía Lord Byron. “A ella le gusta la gasolina”, rubricaba años después Daddy Yankee.
El reggaeton más que al romanticismo invoca al sexo explícito. Al perro. Al gozar. Claramente no es la música que pondrías en la pedida de mano a tu pareja, sino más bien en tu despedida de soltero.
El reggaeton sortea todas las críticas e inunda tablones de Facebook o estados de Whatsapp con poesía urbana como: «Eres una entre un millón. No hay comparación. Como tú no existen dos», «Sé que es tarde y no son horas de llamar. Pero contigo, baby, necesito hablar» o «Esta noche hasta las lágrimas me voy a beber».
Y en el cine, esto pasaría con frases de sus típicas canciones:
Amélie:
Crepúsculo:
El diario de una pasión:
Orgullo y Prejuicio:
Romeo y Julieta:
Tienes un e-mail:
Titanic: