Investigadores del Langone Medical Center de NYU realizaron un estudio en ratones de laboratorio. Los dividieron en dos grupos: uno con una rueda para hacer ejercicio en su jaula y el otro sin ella. Después de un mes, sus cerebros fueron examinados y, como esperaban los científicos, los ratones que hicieron ejercicio tenían niveles más elevados de BDNF que aquellos que se mantuvieron en reposo.
Al analizarlos a nivel microscópico, los investigadores notaron que los cerebros de los ratones corredores contenían cantidades significativas de cetonas, un compuesto químico creado por el cuerpo al descomponer la grasa.
Las cetonas son fundamentales para eliminar una barrera molecular que bloquea al gen que produce el BNDF. Los cerebros de los ratones que no hicieron ejercicio estaban cubiertos de esta barrera, esto evitaba que su cuerpo produjera el ansiado BDNF. En contraste, los ratones que se ejercitaron produjeron más de este factor, llevándolos a tener un cerebro más fuerte y saludable.
La producción de este compuesto comienza después de una hora de ejercicio vigoroso, una vez que el cuerpo ha agotado sus reservas de azúcares y comienza a quemar grasa.