Por: Roxana Pey Tumanoff, Rectora Universidad de Aysén*.
Vuelvo de comprar unas lechugas, tomates, huevos, ajos y papas y una botella de vino para almorzar con un amigo que vino de jurado al Festival de Cine y pienso: ¡qué caro es todo en Coyhaique!
Quienes habitamos la Región de Aysén sabemos que aquí la vida es cara. No sólo eso, es esforzada, el acceso a ciertos productos y servicios es dificultoso, y en ocasiones, inalcanzable. Especialmente inalcanzable para quienes tienen menos recursos o viven en zonas rurales. Es por esto que nos impresionó leer en la prensa que Coyhaique sería la segunda capital regional más barata para vivir. Un resultado que contraría nuestra experiencia cotidiana y nuestro sentido común. Que la región más aislada sea la más barata, salta como un contrasentido para cualquiera.
Pero justamente, porque el sentido común no basta, es que se realizan estudios, se aplican metodologías y también se revisan, ajustan y buscan otras miradas que puedan responder distintas preguntas. Es decir, una metodología sirve para responder ciertas preguntas y no para responder otras.
En este caso se trata de un estudio realizado por el INE y encargado por el Ministerio de Hacienda, donde se calculaba el costo de una canasta única de gastos familiares. Para decirlo resumidamente, se escogieron bienes presentes en las 15 capitales regionales, desde Arica a Punta Arenas, que no reflejan la realidad de consumo de ninguna ciudad, ni se distingue por edad, trabajo o clase social en particular. El resultado muestra que comprar esa canasta íntegra costaría un 12% menos en Coyhaique que en Santiago.
El INE hizo un trabajo serio levantando información de los precios de muchos productos que sí se consumen, pero esta metodología no habla del consumo real de Coyhaique. No es lo que se hizo, ni lo que se buscaba.
Para saber el costo de vida en Coyhaique, y más aún, en la Región, necesitamos otro tipo de estudio. Se requeriría incluir “canastas regionales”, y también preguntarse por el costo de vida de trabajadores que ganan 500 mil pesos mensuales o el salario mínimo, de los que viven en otras ciudades de la Región o alejados de ellas, por ejemplo.
El estudio del INE, si bien tiene una utilidad acotada, contiene varios otros elementos interesantes que permiten un análisis más detallado de la sub-canasta de alimentos, de salud, de educación, de transporte, etc. Si miramos de esa manera, el estudio muestra que frutas y verduras son un 34% más caros en Coyhaique que en Santiago, sólo detrás de Punta Arenas; que la vivienda y servicios básicos son los terceros más altos de todas las capitales regionales, y son 20% más altos que aquellos de Santiago; si excluimos los ítems Salud y Educación, que aquí tienen particularidades únicas en el país, Coyhaique pasa de inmediato a ser la sexta capital más cara.
Este último aspecto habría que mirarlo con detención. Sabemos que las prestaciones de salud locales son más baratas, pero que frente a innumerables enfermedades las personas deben trasladarse a otras ciudades. El costo que esto conlleva, de traslado, gastos de estadía, situación familiar, etc., debiera ser considerado en un análisis más realista y preciso.
Algo similar sucede con educación, especialmente si se trata de educación superior. La mayoría de los jóvenes de la Región estudian fuera de ella, pagando aranceles altos con enormes encarecimientos a las familias. Es una de las principales cosas que viene a revertir la Universidad de Aysén.
En resumen, el estudio del INE está bastante lejos de darnos una idea de cuán costoso es vivir en una ciudad, porque no es eso lo que está midiendo. Sin embargo, puede ser un punto de partida oportuno y valioso para iniciar la verdadera discusión del costo de vida de los distintos habitantes de esta región. El INE, una institución pública de larga trayectoria, que conforma un patrimonio de información, técnico y humano, puede ser extremadamente útil para los intereses de la comunidad.
Desde la Universidad de Aysén nos adentraremos con detención en este estudio desde la perspectiva académica, y asumiremos esta relevante área de investigación, para proponer alternativas que ayuden a representar en forma más precisa y fehaciente el costo de vida en la Región y aporten elementos a una discusión profunda sobre cómo mejorar la dignidad y calidad de la vida de sus habitantes.
*Columna publicada en el Diario El Divisadero.