El origen del conejo de Pascua se remonta a las fiestas anglosajonas pre-cristianas, cuando el conejo era el símbolo de la fertilidad y estaba asociado a la diosa Easter, a quien se le dedicaba el mes de abril y el honor de las fiestas de la primavera entre los pueblos del norte de Europa.
Una de las figuras favoritas de los pasteleros para fabricar figuras de chocolate era el conejo de Pascua, que era quien además traía los huevos de colores y de chocolate el Domingo de Pascua o Domingo de Resurreción, debido a que la leyenda del conejo de Pascua se fue haciendo cada vez más famosa.
La leyenda del conejo de Pascua durante la Semana Santa
La leyenda cuenta que, cuando metieron a Jesús en el sepulcro, había dentro de la cueva un conejo escondido, que muy asustado veía cómo toda la gente entraba, lloraba y estaba triste porque Jesús había muerto.
El conejo se quedó ahí viendo el cuerpo de Jesús cuando pusieron la piedra que cerraba la entrada y lo veía y lo veía preguntándose quien sería ese Señor a quien querían tanto todas las personas.
Así pasó mucho rato viéndolo; pasó todo el día y toda una noche, cuando de repente el conejito vio algo sorprendente: Jesús se levantó y dobló las sábanas con las que lo habían envuelto. Un ángel quitó la piedra que tapaba la entrada y Jesús salió de la cueva ¡más vivo que nunca!
El conejo comprendió que Jesús era el Hijo de Dios y decidió que tenía que avisar a todo el mundo y a todas las personas que lloraban, que ya no tenían que estar tristes porque Jesús había resucitado.
Como los conejos no pueden hablar, se le ocurrió que si les llevaba un huevo pintado, ellos entenderían el mensaje de vida y alegría, y así lo hizo.
Desde entonces, el conejo sale cada Domingo de Pascua a dejar huevos de colores en todas las casas para recordar al mundo que Jesús resucitó y hay que vivir alegres.
El juego de esconder los huevos de Pascua que ha ido dejando el conejo de Pascua en todas las casas es la diversión de los niños el Domingo de Pascua.