jueves, noviembre 21, 2024

«El Tila»: El país de papel que quería rugir como un tigre

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El 13 de diciembre del 2002 un joven de 26 años acaba de escribir su autobiografía, después, en la noche, alguien le llama por su nombre en su habitación, él contesta, algo extraordinario ha pasado: se ha cortado la luz en la habitación; alguien vuelve a insistir, preguntando por su nombre, él contesta como siempre; a las 23:50 vuelven a insistir desde fuera de la recámara y el joven vuelve a responder, nunca nadie entra en la cámara. Cinco minutos más tarde alguien le llama otra vez, pero esta vez el joven no contesta.

Cinco minutos separan un llamado del otro, cinco minutos que separan la vida de la muerte: son las revisiones que efectúan los gendarmes en sus rondas por el módulo Alfa del penal Colina II que corresponden a las celdas de máxima seguridad. El gendarme al no recibir respuesta da aviso a la guardia interna que hace ingreso a la celda sin luz, alumbran con las linternas y ven a un joven pobremente vestido con calzoncillos y camiseta arrodillado en su cama: tiene el cable de una máquina de escribir eléctrica atado al cuello y amarrado en el otro extremo a uno de los barrotes de la ventana.

El joven estaba sometido a proceso por una serie de crímenes de robo con violación, secuestro calificado, un asesinato, homicidio frustrado y violación, por el magistrado Carlos Carrillo, el propio juez que le había regalado una máquina de escribir eléctrica a la vista de sus habilidades artísticas, máquina que utilizó para suicidarse ad portas de recibir su sentencia de cadena perpetua.

Era Roberto Martínez Vásquez, quien protagonizó una seguidilla de violaciones a mujeres y asesinatos en el sector oriente de Santiago que devino en una de las noticias más bulladas de la crónica roja y uno de los casos policiales más emblemático de la última década.

Hechos que le merecieron los alias de “El psicópata de La Dehesa”, “El Tila”, además de libros como “El Tila. Un psicópata al acecho” (Catalonia/Ediciones UDP) y una reciente película a estrenar: “El Tila: Fragmentos de un psicópata” que fue estrenada en el festival Sanfic en agosto del 2015, con una auspiciosa acogida y donde su director, Alejandro Torres, tardó más de cinco años en terminar la película, que aborda la violencia y la marginalidad en la vida de Martínez.

Marginalidad y violencia padecida por Martínez desde su infancia de pobreza, abandono y marginación como con la que, con tres años, sus tíos lo dejaban atado en una habitación todo el día cuando iban a trabajar.

Y su estadía en el Servicio Nacional de Menores (Sename) en su adolescencia, donde pasó gran parte de su vida en estos centros de readaptación de menores y donde fue un joven emblema del Sename desde su origen marginal hasta que terminó despertando el terror en Santiago, donde cometió su primera violación a los 14 años.

Razones de la marginalidad y desigualdad en Chile

El actor y director de la película de El Tila, Fragmentos de un psicópata declaró que “un desorden mental, como la personalidad psicótica, se desarrollaría en cualquier contexto, sin embargo la tesis es otra e involucra al medio social de Martínez. Hay un espacio político interesante y es simbólico en la forma de exponer la desigualdad de nuestro país, ya que el Tila fue el niño que se iba a reinsertar dentro del Sename. Era sensible, con habilidades artísticas, hablaba distinto, Aunque tenía mucho talento y potencial no tenía nada, no tenía ninguna institución detrás, ni la familia, ni la academia, ni nada”.

“El Tila fue más que un criminal, lo que queda claramente reflejado en este libro: también fue un ejemplo de la desidia social, de la indiferencia vecinal por el abuso a pasos de distancia, del fracaso estrepitoso de la institución mandatada para hacerse cargo de los menores que cometen sus primeros delitos”, recalcó Fernando Paulsen en el prologo del libro “El Tila: Un psicópata al acecho”.

Es sintomática en este sentido la declaración emitida por el propio Martínez en una de las 20 cartas encontradas en su celda donde deja clara la importancia que tienen en el imaginario chileno las diferencias sociales y la desigualdad que la produce: “No pido perdón por qué sé que lo que hice es imperdonable (…) admito que soy un resentido social”, dejando en evidencia la descalificación recurrente de “resentido social” que se utiliza para calificar toda opinión en contra del status quo social que impera en el país.

Los datos que en Chile arrojan claramente cuál es la situación de total emergencia que se vive producto de la pobreza y de sus consecuencias quedan explicados por El Centro de Investigación Periodística, CIPER, en su edición del 25 de octubre del 2010 en su artículo “Los niños abandonados bajo la protección del Sename”.

Dicho artículo califica la situación de los niños que llegan al Sename de ‘alarmante’ por el abuso y abandono que padecen, afirmando que los menores “viven en peores condiciones materiales que los jóvenes presos por delinquir”.

Según reconoce en el mismo artículo el renunciado director del servicio, Francisco Estrada, “Más de la mitad de los niños bajo la protección de hogares ha sufrido abuso sexual, maltrato infantil o negligencia parental grave. Esto se traduce en que en Chile existan entre cinco mil y seis mil niños que requieren atención especial que el estado, a través de los diferentes centros que financia, no está en condiciones de proporcionar. Y hay más: niños que nadie sabe cómo llegaron al sistema, otros perdidos y otros muchos que han sufrido tal daño que una vez integrados a los centros de atención, terminan convirtiéndose a su vez en agresores”.

El mismo artículo relata un caso de cuatro niñas que fueron abusadas sexualmente en marzo del 2010 en las Aldeas Infantiles SOS, institución que tuvo que recurrir a la justicia para proteger a estas menores que habían sido internadas por maltratos de sus padres, “en esos abusos los agresores no resultaron ser adultos, sino jóvenes que alguna vez también fueron niños victimizados, uno de ellos tiene 15 años y se alberga en el mismo hogar que las pequeñas. Tras el ataque fue trasladado a otra residencia-porque no tiene donde dormir-a la espera de lo que diga la justicia”.

“Los abusos denunciados en las Aldeas SOS hablan de otra cosa, tal vez peor. Muestran que cuando el sistema rescata a los niños de sus familias violentas o demasiado dañadas, también puede fallar y constituirse en un nuevo escenario de abuso. Los niños que llegan a la red Sename han sido golpeados en algunos centros y además han sufrido mucho daño. Y eso hace que aún siendo todos victimas, algunos se vuelvan una compleja figura jurídica y psicológica: victimas y agresores”, recalcó el artículo de CIPER.

El programa “Maltrato Infantil en Chile, responde” de la UNICEF declaró que en Chile, el 73,6% de las niñas y niños sufre violencia física o sicológica de parte de sus padres o parientes. Asimismo el organismo recalcó que el 53,9% de las niñas y niños recibe castigos físicos. Un 35,4% es víctima de violencia física grave y un 28,5% de violencia física leve. Por otro lado la organización supranacional aseguró que un 19,7% de los menores sufre violencia sicológica.

Finalmente indicó que un 26,4% de niñas, niños y adolescentes chilenos nunca ha vivido situaciones de violencia por parte de sus padres.

Esto, en el marco de una desigualdad existente en el país que tiene al 10% de los hogares más pobres con un ingreso de apenas $US 2000 dólares al año. El 20% de la población más rica del país recibe más de 14 veces el ingreso que obtiene el 20% más pobre. Resultando en que Chile es el país del OCDE con más desigualdad en los ingresos entre los ricos y los pobres.

Lo que genera marginalidad y violencia en el contexto de familias pobres que además viven en comunas efectivamente abandonadas por Estado nacional, con unas tasas de violencia completamente desbordadas que crean un clima de naturalización de la violencia, convirtiendo a Chile en el 12º país más desigual del mundo y fracturando la realidad social del país.

Datos que tienen a Chile como el cuarto país de los 34 Estados miembros del OCDE con una mayor proporción de pobres, en concreto un 18% de la población malviviendo con ingresos inferiores al 50% de la media según los datos de 2010 recopilados en el informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

Finalmente según el propio informe entre el 2010 y el 2013 el gasto público en Chile bajó un 0,9% del PIB.

Si se quiere sacar a los sectores más marginados de la sociedad no bastará con dotar al Sename de al menos tres veces más presupuesto y una dotación de psiquiatras al servicio exclusivo de los menores; sino que además se debe realizar una intervención social y no policial de Shock en las comunas más marginadas de Chile que viven desde la dictadura no solo en una pobreza desatada sino que además en un ambiente de violencia delictual y social desbordados.

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