El domingo causó revuelo, malestar y hasta risas la columna de opinión que escribió el ex candidato presidencial, ex ministro y ex senador UDI Pablo Longueira, en la que se refirió al desprestigio de los políticos y el mal trato que reciben de la ciudadanía (mal agradecida) y apela a su formación católica-cristiana-ignaciana, como para mostrar que en el fondo es “un chico bueno” que su accionar fue de buena fe.
Pero lo que no abordó este “buen hombre” es cómo recibió más de $700 millones, algo así como todos los ingresos que recibe un senador de la República en su ejercicio. Sobre este punto Longueira optó por guardar “religioso” silencio. Porque toda dádiva, donación se da a cambio de algo, por ejemplo en la Edad Media o en el Chile del siglo XIX, las principales donaciones se hacían a la Iglesia con el fin de conseguir un espacio en el “cielo”. En política los empresarios dan dinero como una inversión porque sabrán cómo recuperarla de manera inmaterial.
Este lunes, el columnista abogado, Carlos Peña le enrostra a Longueira y a todos los políticos que recibieron los “bondadosos” aportes de SQM.
Peña es severo al analizar la explicación de Longueira: “Pablo Longueira ha explicado su correspondencia con Patricio Contesse –el gerente general de SQM bajo el control de Julio Ponce Lerou- como una muestra de su vocación de diálogo. Desgraciadamente la conducta de su interlocutor –Patricio Contesse- permite ensayar otra explicación”.
“Longueira, según los correos que han trascendido, había enviado documentos a Contesse, relativos a la tramitación del Royalty, para que este último le diera su opinión. Hay además indicios de que Longueira recibió indirectamente dineros de SQM”, escribe Peña.
Peña sostiene que “una manera de entender el diálogo entre Contesse y múltiples políticos, entre los que se contaba Longueira, es detenerse en la conducta de Contesse”. “Contesse realizaba así la forma más básica del negocio: el intercambio, solo que en este caso no era salitre, yofo ni litio el objeto del begocio, sino la influencia, esa forma muda del poder que consiste en debiltiar la voluntad ajena (la de los políticos con que se reunía, los que Ponce Lerou financiaba) por la vía de agasajarla con dádiva o donaciones. En mucho casos pudo haber habido sobornos (entrega de dinero a cambio de decisiones o actos específicos), pero no es siquiera necesario para que el acto resulte dañino a la salud de la democracia”.
“Por eso cuando Patricio Contesse parecía sacar la vuelta en reuniones infinitas y comidas que iban desde Longueira a Ominami y que aparentemente lo distraían de su trabajo más propio, estaba, en realidad, llevando a cabo una actividad que rentaba a SQM más que la más exitosa de las prospecciones minera. Y sin siquiera transpirar”.
Veamos si Longuira o los demás ludidos por Peña se atreven a responder.