A la baja gestión que exhiben los parámetros gubernamentales en la opinión de la sociedad reflejada en sendas encuestas y redes sociales, se han debido agregar sucesivas situaciones que impactan al entorno presidencial, al corazón del mando presidencial, con consecuencias que estimo aún no se han desarrollado en su totalidad.
Lo de Riquelme se sabía hace meses. Era lo que se denomina “un secreto a voces”. No se explica entonces que ni la Presidenta ni su grupo asesor comandado por una férrea Ana Lya Uriarte, que al parecer de estrategia no tiene ni la menor idea, no hayan adoptado las medidas necesarias para impedir otra nueva explosión tan cercana a la Presidenta, que me imagino el próximo lunes volverá a Palacio con algo más que decir que se enteró por la prensa. Porque eso ya sería una pena.
Burgos se nota molesto. Usualmente ponderado y moderado, el dar explicaciones por el tema del administrador de Palacio le sacó de sus casillas. Vi un punto de prensa en donde por escasos segundos estuvo a punto de perder la compostura, con un lenguaje fuerte, contestatario, sin tal vez razonar que el problema no es el periodista inquisidor sino que toda una sociedad que se pregunta por qué esta promesa de cambio y “caras nuevas de la política” han resultado en una seguidilla de negociados a costa de un país que no merece la cantidad de problemas a la ética que ha debido conocer.
Hay quienes ya sacan cuentas de estos hechos. Que el Ministro le dobló la mano a la Presidenta, que es la segunda vez, que hay descontrol, que se va, que se queda. Lo cierto es que la pregunta que me hago estimo se la harán muchos lectores. ¿Hasta cuándo durará la resiliencia del Ministro?.
Por los altos intereses de la Nación una renuncia sería sumirnos en una compleja trama donde a no ser que la vieja guardia asuma la gobernabilidad del Estado, recuperar el control va a ser muy complejo. Ya lo es. La agenda mediática se va de las manos del Gobierno una y otra vez como mar en la orilla de una playa muy inquieta.
Piñera ha sabido aprovechar el espacio. Convencido por mucho tiempo de omitirse de la contienda que puede crear, el día de ayer pareciera haberse lanzado definitivamente al ruedo. Ahora Burgos debe preocuparse de otro flanco, el de proteger políticamente a su jefa. Pero ¿lo hará totalmente convencido cuando sabe al interior de su ser que los ataques recibidos tiene justa razón de ser?
La pregunta que plantea esta columna está completamente actualizada. Una sorpresa más puede sellar el destino del fiel Ministro, que en Defensa vivió sus mejores momentos como secretario de estado porque está claro, a juzgar por su rostro y reacciones en apariciones recientes públicas, Burgos debería estar pensando en buscar la toalla para lanzarla al centro del cuadrilátero y abandonar un proyecto que ha sido torpedeado desde el centro mismo de su creación.
Y en esas condiciones, con una aprobación que partió alta en cuanto a su imagen está condenada al oprobio por simple simpatía con la recurrente crisis que se ha instalado en Palacio.