viernes, noviembre 8, 2024

Boaventura de Sousa, el pensador estrella de los movimientos sociales

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Sucedió de nuevo en la Conferencia Latinoamericana de Ciencias Sociales (CLACSO) celebrada en otoño en Medellín (Colombia): las colas para sus conferencias fueron comentadas. ¿Un sociólogo convertido en estrella? ¿Cuál es su secreto? Se lo preguntamos a bocajarro a Boaventura de Sousa Santos (Coímbra, 1940). Y él, el gran pensador portugués de los movimientos sociales – bien elegante, vestido de camisa blanca y pantalón negro–, nos mira como a cien mil kilómetros de distancia detrás de sus gafas, mientras por el vestíbulo del hotel Intercontinental de la capital antioqueña desfila el mismísimo expresidente de Uruguay, José Mujica.

Se encamina el exdirigente popular a la rueda de prensa de presentación de su libro de memorias, Una oveja negra al poder. Pepe Mujica, la política de la gente, tras años de paciente seguimiento por parte de los autores, Andrés Danza y Ernesto Tulbovitz, que ahí andan, tras él, hoy también. Mujica, que ha llegado sin escolta, ni maletas, ni apenas nada que no sea su persona y la de su esposa, acaba de recibir en audiencia al nuevo alcalde electo de Medellín, el entusiasta Federico (Fico) Gutiérrez, del partido Creemos, que ha dado la campanada para disgusto de los forofos de Uribe.

Todos se cruzan y/o juntan y/o saludan y/o charlan y/o ríen en este espacio lujoso, coordinados cual escena teatral o plaza de pueblo paisa repleta en estos días de profesores universitarios, científicos y políticos latinoamericanos y mundiales reunidos gracias a la varita mágica de Pablo Gentili, secretario reelegido de CLACSO. Un éxito de crítica y público resultaría la conferencia de Ciencias Sociales: unos 25.000 participantes, casi un 65% menor de 26 años, agolpados durante varios días en el centro de congresos Plaza Mayor. Ahora mismo, aquí, a unos y otros no cesan de interrumpirles para los posados de fotos. Muchos son políticos, se prestan. Pero De Sousa es un científico, un analista social, un teórico del Sur y de la transformación social. Él, que gana en popularidad al más pintado, no deja de forzar la sonrisa, una pesadez tal que acaba cortándola abruptamente para dispararnos su respuesta.

— “¿Pero qué pregunta me hace usted? Siempre hubo estrellas académicas… O igual piensa que porque soy portugués no puedo serlo al estilo de otros más del Norte…?».

Ahh. Se impone lo que los alemanes llaman desescalación. Apacigüemos. Y apaciguamos al arrellanarnos en un buen sofá y contemplar tan espectacular trasiego. A De Sousa le gusta la charla. No evita la confrontación. Se diría que la provoca adrede, buscando respuestas del otro. Un baño de masas recibió este hombre durante la semana que duró CLACSO 2015. Una buena parte del tirón de los cientos de debates (apasionados, interesantísimos) aquí mantenidos fue de este portugués que habla de continuo de una sociología de las ausencias y las emergencias. «Aquello que no se cuenta, que no se nos cuenta, parece que no existiera», dice. Pero existe. Y mucho. Así, De Sousa ha logrado entusiasmar a sus seguidores: cuando se habla de una realidad, ésta emerge. «Solo a través de la justicia cognitiva global habrá justicia social global», afirma. Las colas para participar en sus talleres y escuchar sus charlas han sido antológicas en la capital antioqueña: apenas otros como el citado José Mujica y Lula da Silva le hicieron sombra.

— “Creo que soy famoso porque tengo un modo de comunicar mis ideas que tiene mucho que ver con mi trabajo junto a los movimientos sociales, en la calle, en el territorio. Mis investigaciones me obligan a pasar gran parte de mi tiempo con ellos y por eso mi contacto con la juventud es más fácil”.

Por escrito, asegura, puede ser distinto, «algo más complejo». De Sousa se expresa con un lenguaje melódico, una mezcla de castellano y portugués que lo hacen especialmente apto para todo oído. Él y quien esto escribe se encontraron ya hace años, en el Foro Urbano Mundial celebrado en Dakar. Allí también brillaba, junto a otros (Chico Whitaker, Naomi Klein, Susan George), como líder antiglobalización. Ha envejecido, pelo más cano, rostro más arrugado, pero su entusiasmo y jovialidad al hablar de lo que le importa no ha cambiado ni un ápice… Uno de esos hombres que con la edad se crece. “Otro elemento que influye es que todo mi trabajo está orientado por dos ideas: ser atractivo para los jóvenes, sí, pero sobre todo, darles esperanza”. Afirma que vivimos en sociedades dominadas por el miedo, por el desempleo, la violencia… y que eso no significa que en su trabajo sea inconsciente y se dedique a contar pájaros volando, sino que él es un “optimista trágico».

—“Me resisto a resignarme, me resisto a creer que no hay alternativas. Este mundo es feo, es desigual, lo sabemos bien, lo vemos aquí, pues estamos ahora mismo en Medellín, una de las ciudades más desiguales de Colombia… Pero los jóvenes buscan un pensamiento no solo crítico sino también propositivo”.

Buscan cómo y dónde actuar. Y sienten que él, en cierto modo, los guía.
Un proyecto llamado Alice

Autor de numerosos escritos y libros de referencia sobre la búsqueda de conocimiento que otorgue visibilidad a los pueblos y a las clases o grupos históricamente oprimidos, De Sousa anda sumergido ahora en una tarea bien ambiciosa. Dirige en el European Research Council, un proyecto de investigación muy caro, quizá el más caro que ha emprendido, asegura, y que lleva nombre de mujer: Alice. Pretende estudiar los aprendizajes globales, identificar iniciativas de innovación alrededor de cuatro grandes temáticas que así nos resume:

• modos de refundación del Estado

• estudio de otras democracias (locales, tribales…)

• de otras economías (urbanas, campesinas…) no dominadas por capitales financieros

• de otra concepción de dignidad humana, de respeto, de diálogo con los Derechos Humanos (presente en culturas indígenas, afrodescendientes…)

— “Esta idea de esperanza, de aprendizajes de otros es atractiva para los jóvenes porque ellos no se reconocen en muchos de los aspectos de la Izquierda o el pensamiento crítico de los partidos clásicos socialistas. No están muy convencidos de que los dos grandes modelos creados en el mundo occidental sean los únicos posibles. Los jóvenes están politizados sí, pero de otra manera a la nuestra. Lo están a través del rap, del hip hop, de la música, de las redes sociales. Yo trabajo con ellos y hasta escribo letras de rap…”.

Las Ciencias Sociales, concluye, deberían asumir este lenguaje, desmonumentalizarse y tornarse accesibles para dialogar así con las nuevas generaciones. Confiesa estar muy empeñado con las luchas sociales, pero con militancia «apartidista». “Sin embargo, sé de qué lado estoy; en el de la gente que busca alternativas, que sufre por desigualdad, racismo, xenofobia, en el de los discriminados, el de los que se llevan la peor parte de este mundo que hemos construido”.

Pensando en tal mundo, nos vamos recostando más y más en el sofá mientras guardias, curiosos, cámaras de prensa, bedeles, taxistas, turistas, empleados trajeados de una convención de cemento, electricistas de uniforme y muchos de los expertos participantes en CLACSO siguen dando vueltas sin cesar, cual cuerpo de baile de esa sociedad colonialcapitalista que no para de describir De Sousa. «¿Vio usted la participación del otro día en el gran salón…?», nos pregunta. Sí, lo vimos: hubo chicos y chicas allí que le dieron al maestro su opinión rapeando y él les contestó también en formato lírico, digamos, sobre su visión de un mundo más equitativo y justo, su visión más pegada a la Tierra, al respeto a la Naturaleza, a la Pachamama, a ese Sur que suele ser metáfora de lo despreciado… Y luego abrió micrófono y dio la palabra a todos aquellos que quisieran visibilizar sus actividades, hacer emerger sus proyectos, sus iniciativas en pos del cambio social… Los hizo protagonistas.

Y fue el no va más. Pura comunión en la sala. Se apuntaron tantos a vocear sus proyectos (desde iniciativas de traducción para desarrollar pensamiento crítico y «hacer caminar las palabras» a escuelas brotadas del empeño ciudadano en la periferia, pasando por ejemplos de arquitectura marginal, alfabetización desde el rap, proyectos sobre derechos indígenas o para contener males mariguaneros que consumen a barrios enteros), tantos, que daba tiempo a dar vuelta por un Medellín atestado de coches y aún regresar y contemplarle escuchando o dialogando con unos y otros.

He ahí el tercer factor, afirma, que impulsa bastante su popularidad: “Es que busco ser simpático también. La gente de la ciencia se tornó muy aburrida en las últimas décadas. Perdimos la capacidad de reír. Y ese es un rasgo de mi epistemología, de mi trabajo más teórico, de mi búsqueda de diálogo entre el conocimiento científico oficial y el popular, el urbano, el rural, el de las mujeres, los jóvenes, los indígenas…». Habla De Sousa de cómo existen diferentes tipos de conocimiento aunque vivamos en un mundo en el que se use sólo uno («especialmente cuando es escrito»). La universidad de la vida lo llama. Él busca identificar esos otros conocimientos, creando contactos, tendiendo puentes: “Traer a mi trabajo la actividad de los movimientos sociales para incorporarlos a la Sociología. A la juventud le gusta esta idea porque no descalifica a la Ciencia sino que la complementa. Sabemos que hay una ciencia hostil a todo aquello que se salga de su centro pero hay otra que es amiga”.

No sólo prefiere esta última sino que De Sousa se afana «en abrir nuevos caminos en la investigación y la escritura», tal como decía de él el teólogo Juan José Tamayo. Como ejemplo, el portugués cita la alimentación, todo lo que se está moviendo en Brasil alrededor de los campesinos y de la agricultura familiar, de los agrotóxicos que reciben las cosechas a través de barridos de las avionetas. “Hay una ciencia financiada por los monsanto bajo el argumento de que ésta es fundamental para combatir la desnutrición, pero la agroecología anda investigando y advirtiendo de cómo se mata la vida alrededor, pero sin tantas publicaciones ni fondos para mostrarlo…”. Lo denomina «la ciencia de las ausencias».

— «No se trata de demonizar el conocimiento oficial, no, sino de considerar que no es el único válido». ¿Y qué le mueve a hacer todo esto, a visibilizar lo que otros no cuentan, a dar voz a grupos discriminados para presentar su realidad, a construir en vez de derribar?, le preguntamos para hacer honor al nombre de esta sección de Planeta Futuro. «La experiencia de campo, sin duda». Se ríe.

— “¿Que no lo entiende? Verá, yo que ya tengo una vida larga… pues hubo varios motivos para empezar a ocuparme de estos temas. Viví una dictadura, estudié en EEUU y luego hice un trabajo de campo en Brasil y me fui a vivir en una favela. Y conocí así tanta gente buena, con tanta sabiduría, en una situación tan indigna…. que eso le dio responsabilidad social a mi conocimiento. Ponerlo al servicio de los que menos posibilidades de acceso tienen se convirtió en uno de mis objetivos».

Su existencia se dibuja por etapas: ahora le vemos afanado en la favela, luego durante la Revolución de los Claveles en su país, más tarde trabajando en Mozambique y en Sudáfrica, en distintas universidades y, especialmente, en la facultad de Coímbra donde buscó siempre que el pensamiento crítico no fuera guetto: «Ciencias Sociales propositivas, de eso se trata en un centro con 130 investigadores para aprendizajes globales…». Así, su pensamiento se fue armando: «Estudiando los conflictos me di cuenta de que en nuestras sociedades el capitalismo hoy se articula con colonialismo, con racismo. Factores que están destapando ahora con las migraciones. La colonialidad me impacta. Igual que me interesa que los jóvenes mestizos e indígenas estén llegando a la universidad, por ejemplo en Brasil, gracias al sistema de cuotas y ver eso qué va a representar».

El Sur, lo ecológico y lo indígena, bien presentes. «Hemos dividido siempre a la Naturaleza entre las visiones de Descartes y Spinoza. Triunfó el primero, que la considera recurso natural a torturar para que nos dé todo lo posible… con una voracidad mayor aún en las últimas décadas, destrucción, minería, extractivismo… Recuperar la ecología de saberes. Eso despertó mi interés por los pueblos indígenas, por la madre tierra, la Pachamama, la Naturaleza que no nos pertenece sino que nosotros le pertenecemos a ella. Ese pensamiento ecológico es algo que los jóvenes también aprecian. Debemos articular los conflictos sociales con esa idea de Naturaleza porque esta es territorio, cultura, memoria, pasado, espíritu, conocimiento, incluso sentimiento paisaje». Nada de eso cuenta.

Sociología de las ausencias. «Declaramos invisible lo que no queremos ver». Y los medios de comunicación no suelen estar a la altura, asegura, en venganza quizá por nuestra pregunta inicial: «Cuando un suceso o una iniciativa ocupa un titular pasa de la ausencia a la emergencia». Aquello que está ocurriendo, se convierte en vida al ser narrado. «Hay que aceptar y contar la diversidad del mundo. Hay que descolonizar nuestro conocimiento». Tal es su mayor tarea en lo que le resta.

(*) Texto escrito por Lola Huete Machado publicado en El País.com

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