El sociólogo y consultor Eugenio Tironi asegura que el 2016 va ser peor para la elite política y empresarial, ya que «cada vez va a haber más situaciones que van a llamar a escándalo».
«Esto es un tsunami, esto tiene que ver con nuevos estándares en la opinión pública, con nuevas formas de información a través de las redes sociales«, advierte el columnista a La Tercera.
«La elite tendrá que adaptar sus conductas. Es un proceso muy desgarrador y doloroso cuando se den cuenta de que tendrán que cumplir la ley como cualquier hijo de vecino, o cuando se den cuenta de que las instituciones no están para protegerlas, sino que para fiscalizarlas. O cuando el acceso a las autoridades pasa a estar regulado, cuando la prensa te transforma en objeto de inquisición. El mundo cambió por completo, por eso comprendo tan bien ese desconcierto en que cayó la elite. Estamos pasando de un capitalismo oligárquico a un capitalismo democrático. Esa es la transición de hoy y eso no se hace sin desgarro, sin conflicto ni traumas«, reflexiona Tironi.
El asesor de empresas, ex militante Mapu, ex director de la Secom y analista vinculado al oficialismo recalca que es «muy saludable» que la opinión pública desconfíe de la elite, ya que «es la única contención a la oligarquización«.
En ese sentido, cuestiona a la clase política: «La clase política chilena ha sido más o menos sensible a este cambio que la clase empresarial. La clase política ha demostrado mucha menos capacidad de adaptación que la que ha mostrado la clase empresarial. Lo que ocurre en el grupo Penta, donde los controladores se retiran, lo que hizo Matte ante la colusión en el papel tissue, marcan un hito. Uno ve una reflexión crítica más profunda en la clase empresarial de la que está haciendo la clase política«.
Consultado si está de acuerdo con la opinión de Enrique Correa, quien dijo que la elite se autoinfligió un error muy serio al permitir que se calificara el financiamiento irregular de la política como corrupción, Tironi es tajante: «A lo mejor, en el campo estricto de la definición, Correa tiene razón. Pero si lo vemos desde una perspectiva sociológica más amplia, lo que me llama la atención es la noción de error que subyace en esa aseveración, como si fuera posible volver a controlar las cosas como lo hizo antes, cuando había una sociedad más oligárquica. Hoy, eso no lo veo posible. Si la elite tiene la pretensión de seguir controlando las cosas, tentación que siempre existe, es porque no comprendió nada de todo este fenómeno«.
El sociólogo también se refirió a la caída de MEO en la CEP: «Marco Enríquez-Ominami ha sido a la cultura progresista de este país lo que Sebastián Piñera ha sido para la cultura conservadora, es decir, personas que parecen haber resuelto todo mediante la astucia, donde el ingenio, la intrepidez les han permitido blindarse ante cualquier accidente, escándalo o desliz, los que les eran perdonados hasta ahora por sus adherentes. MEO, en ese sentido, era el chico listo, el muchacho travieso que hace tropelías, pero tiene una cierta simpatía y candor, una cierta desfachatez que es seductora. Eso se reflejó en esto de postergar la declaración ante fiscalía, porque tenía muchas invitaciones de universidades importantes en el mundo, de decir que había declarado todo y después en que se sepa que no es así, todo eso ha producido un cierto grado de hartazgo. Sus adherentes ahora son los que están reflejando en esta caída en las encuestas que Marco Enríquez-Ominami ya no es un niño, que ya no se le puede seguir mirando como a un niño travieso que de pronto se desborda, y por ende, debe ser juzgado con otros estándares; estándares, por lo demás, que son los mismos con que se está juzgando a los empresarios, a los políticos, a los sacerdotes. Da la impresión de que a MEO se le agotó el stock de conductas para salir de estas situaciones difíciles. Marco quedó al desnudo y creo que esto que está pasando es bastante irreversible, irremediable. Sebastián Piñera debiera estar sacando lecciones de todo esto».
«A MEO le está pasando lo mismo que le está pasando a toda la elite. Marco Enríquez es parte de la elite. Lo que le falló es lo mismo que le falló al senador Jorge Pizarro o a Jovino Novoa en su momento: el estimar que podían seguir girando sobre la astucia, el camuflaje y la impostura. En repetir conductas que en el pasado les eran funcionales y que ahora son resistidas. Hasta hace un tiempo, que un político pidiera permiso para asistir a un evento deportivo era normal, estaba “en su derecho”. Que alguien dilatara comparecer ante un fiscal porque tenía invitaciones al extranjero formaba parte de los beneficios de ser poderoso, de ser parte de la oligarquía. Que un empresario que era descubierto en un acto ilícito alegara que era parte de una persecución política y reclamara contra el fiscal afirmando que “no tenía calle” era normal. Hoy, en cambio, nada de eso se permite. Hubo, por ende, una muy equivocada lectura. El problema es que esto se aprende a través de los golpes«, concluye.