Desde el pasado domingo los ojos del mundo han seguido con cuidado las elecciones en Myanmar, que concluyeron con una victoria contundente de la Liga Nacional para la Democracia (LND), partido que lidera la Nobel de Paz Aung San Suu Kyi. Con una votación que sobrepasa ya el 70% de los escaños del Parlamento, la LND contaría con la mayoría necesaria para ejercer un efectivo poder político teniendo en cuenta que el 25% de los escaños continua reservado para los militares.
Se trata de un hecho sin precedentes en la historia política de Myanmar que en los últimos 25 años ha estado regida por una «democracia disciplinada», eufemismo para un gobierno muy lejano de los principios democráticos.
Sin embargo, es preciso controlar las expectativas frente a lo que esta victoria representa. La realización de elecciones per se no es sinónimo de democracia, menos aún en un modelo en el que la balanza del poder sigue inclinándose a favor de los militares. De acuerdo con el profesor Joakim Kreutz (Universidad de Estocolmo), «el resultado de las elecciones es un logro en materia de derechos humanos pero no en el avance de la democracia».
Si bien, se trata de una victoria contundente, una expresión de la voluntad ciudadana en aras de una transformación política, lo cierto es que existen serios condicionamientos para que el partido de Aung San Suu Kyi pueda materializar un cambio. El primero de ellos lo constituye la nominación de los ministerios cuya agenda involucre temas de seguridad sigue a cargo de los militares hecho que limita la posibilidad de revitalizar la agenda política. Segundo, el control político y la agenda de desarrollo en el nivel local estan también bajo control militar.
En aras de llegar a reformas estructurales y teniendo una mayoría parlamentaria, Aung San Suu Kyi podría impulsar una reforma constitucional que incluso pudiera llevarla en el futuro a ser elegible para la presidencia. Sin embargo, una iniciativa como ésta podría esperar en aras del pragmatismo (teniendo en cuenta que requiere también el visto bueno de los militares ) y avanzar en los retos de Myanmar en lo que se refiere a la agenda de paz y derechos humanos.
Mientras tanto Aung San Suu Kyi deberá ocuparse de preparar el candidato que represente de manera mas fiel su proyecto político. Por ser el símbolo de transformación y la principal líder de Myanmar sin duda será ella el cerebro detrás del trono si su candidato llega a la Presidencia. Sin embargo, Aung San Suu Kyi debe evitar el riesgo de la personalización del poder que podría resultar contraproducente y aun poner en juego la solidez de una apuesta política que debe consolidarse más allá de su ya poderosa imagen.
El proceso electoralen Myanmar y mas aun el rumbo que tome el país tras estas elecciones debe ser analizado cuidadosamente por las lecciones que de allí se derivan sobre la libertad de la expresión y la posibilidad de movilizar una masa crítica así como por sus retos en el largo camino hacia la democracia.