Qué impresionante es el registro audiovisual dispuesto por la British Pathé en su web, el que abarca información desde finales de la década de 1890 hasta entrados 1970. Noticiarios e imágenes alrededor de todo el mundo, ofrecen una rica fuente de material investigativo para historiadores, cineastas y periodistas. Fue así que navegando en su sitio, encontré que los desastres en Chile estaban muy bien documentados. Los terremotos, guardan un espacio especial en estos registros.
Es en esa selección, las imágenes del terremoto de Vallenar de 1922, y la asistencia social brindada por el Estado, me hicieron recordar un punto importante en nuestra historia política y social de nuestro país: El surgimiento del Estado de Bienestar, y sobre ello, la importancia de los desastres como catalizadores de acciones gubernamentales profundas, e incluso grandes reformas que afectan la estructura del aparato público.
En este sentido, si la historia del siglo XIX fue la centuria donde se establecieron las bases del Estado chileno, el siglo XX fue el que posicionó, desde la política y la ideología, al Estado como motor de progreso social y económico. Por lo mismo, siendo el contexto del desastre un panorama límite y anormal, es a través de una serie de hitos catastróficos donde podemos encontrar variables decisivas al momento de analizar la historia política de nuestro país.
Volviendo sobre 1922, fue interesante ver cómo la institucionalidad pública se hizo presente a través de asistencia médica y la entrega de víveres, estos últimos siendo transportados vía camiones e incluso con animales. Lo anterior se coronó con la visita del propio presidente Arturo Alessandri Palma, fiel reflejo de la posterior Constitución de 1925, la cual tuvo un carácter refundacional para el Estado, al incluir dentro de sus disposiciones el velar por la protección laboral, la producción, y la previsión social, reconociendo a cada chileno un bienestar mínimo.
Bajo la tesis planteada, el terremoto de Talca de 1928 terminó siendo la precursora de la primera ley y ordenanza de urbanismo y construcciones, cuestión que devela la importancia de la planificación urbana y la integración de requerimientos técnicos en la edificación, como directrices imprescindibles para el desarrollo de las ciudades, y una garantía para asegurar mayor ordenamiento, salubridad y menor riesgo ante el impacto fenómenos como terremotos.
Cabe destacar el terremoto de 1939 que asoló el centro-sur de nuestro país, donde se constató la muerte de cerca de 30.000 personas, una tragedia que se transformó en el impulso decisivo para que el Frente Popular creara la Corporación de Reconstrucción y Auxilio (precursora del Ministerio de Vivienda) y la Corporación de Fomento a la Producción (CORFO), dando una especie de “inicio” al periodo conocido como Estado de Bienestar.
Similar realce tuvo el magno terremoto de 1960 por haber permitido impulsar la primera planificación decenal de la política habitacional del país. Lo que se complementó con el terremoto y las inundaciones del año 1965, que terminaron por desembocar en la presión necesaria para crear el Ministerio de Vivienda.
Por último, creo que el terremoto del año 2010 terminó siendo una oportunidad de aprendizaje para el gobierno entrante, pues más allá de la buena gestión realizada en esta materia, también sirvió para que la derecha neoliberal comprendiera que el Estado y su accionar, pueden ser un factor determinante en el desarrollo socioeconómico del país, sobre todo en lo que respecta al mejoramiento de la calidad de vida de la personas.
En base a lo anterior, y pese a las actuales discusiones respectos a temáticas de salud y educación, relevo que hace unas semanas la presidenta Bachelet dio cuenta que la reconstrucción, producto de los distintos desastres acaecidos en los últimos año en el país, asumirían un rol protagónico en la Ley de Presupuesto 2016. Aquel anuncio vino a reafirmar una centenaria actitud de la institucionalidad pública frente a casos de desastres: El Estado es un generador de desarrollo, y frente a situaciones de destrucción masiva, más realce adquiere su presencia.
Por lo mismo, el balance acción gubernamental tras los dos terremotos y aluviones en el país, han detonado una mayor eficiencia ante la emergencia. En este caso: lección aprendida, respecto del bochorno del 27F.
Finalmente, dar cuenta que los desastres y la destrucción que va aparejada, también pueden transformarse en generadores de situaciones positivas para el desarrollo territorial, ya que siendo la catástrofe una generadora de circunstancias excepcionales, también lo son los recursos y las posibilidades de planificación y de obras, que pueden ser determinantes para el futuro de las urbes. Ejemplos tan simples como, mejoramiento vías, transformaciones en los planes reguladores o la ejecución de obras públicas de alto impacto, son oportunidades invaluables para corregir problemáticas urbanas, disminuir peligros futuros para la ciudadanía y trazar lineamientos para el desarrollo de nuestras ciudades.