El abogado y columnista Carlos Peña en su dominical opinión mercurial, apuntó al corazón de Eliodoro Matte, considerado –hasta antes del ConfotGate- como uno de los prohombres de Chile, esos al que todos le hacen religiosa y pontifical reverencia. Eliodoro hoy ha caído del altar y del alto atrio de su templo se rasga el velo que ha desnudado el pecado capital en que incurrió su empresa CMPC.
Peña no lo dejó pasar y lanzó su tiro artero: “Hace apenas tres semanas, Eliodoro Matte se fotografió sonriente con la Presidenta Bachelet en el aniversario del CEP poniendo, así, en escena su poder. Y hace nada más una, el domingo pasado, publicó en estas mismas páginas el discurso que entonces leyó: una verdadera admonición al Gobierno por la premura de las reformas y a los empresarios por su falta de empeño en respetar a los consumidores”
Peña se pregunta una obviedad, pero nadie más ha reparado “¿No sabía entonces Eliodoro Matte (cuando leía y publicaba su discurso acerca de la prudencia y el buen comportamiento público) que la principal de sus empresas, durante nada menos que una década, se había coludido para timar y expoliar a los consumidores?”, el propio Matte ya sabía, y tal como lo reconoció –también en El Mercurio- ya en 2014 sabía lo que pasaba, por lo tanto su mentado discurso es moralina de la más burda.
Y en este sentido Peña, con claridad escribe: “Decir que no lo sabía, sería llamarlo estúpido. Lo sabía”.
«Y solo la culpa (Freud definía la culpa como el deseo inconsciente de ser castigado por la transgresión) puede explicar que, a sabiendas de lo que su principal empresa había hecho, se permitiera leer un discurso en el CEP y deslizar consejos acerca del buen comportamiento público (sin duda será el último que pronuncie allí, salvo que el CEP decida sacrificarse por su benefactor). Fuera de ese significado psicoanalítico (el transgresor anhelando de manera inconsciente se le castigue) la conducta de Matte resume, como la página de un manual, los pliegues y la naturaleza del poder económico”, reflexiona Carlos Peña.
El académico continúa con su certero y crítico análisis: “Muestra, de una sola vez, cuál es la ley objetiva del capital. La familia Matte, conducida por Eliodoro Matte, se ha esforzado, durante años de años, por transformar el dinero que posee a manos llenas en prestigio e influencia. Como si quisiera mostrar la ubicuidad del capital (que es siempre inicialmente económico) no se ha contentado con concentrar dinero y propiedades, sino que, asistida por consejeros y abogados bien rentados, ha procurado transformar la tangibilidad del dinero (el capital económico, cuyo ejemplo es la vieja papelera) en bienes más intangibles y más prestigiosos (como el capital simbólico o el cultural, cuya mejor muestra son las escuelas Matte, el CEP, los vínculos con los legionarios, etcétera). Al hacerlo, la familia Matte ha erigido un buen ejemplo de lo que pudiera llamarse la ilusión del capital”.
“La ilusión del capital consiste en alojar el dinero acumulado mediante actividades competitivas y egoístas (la industria del papel tissue ), en zonas que aparezcan «desinteresadas» (los vínculos con la Iglesia, la filantropía). Si la búsqueda del dinero supone siempre el afán personal de ganancia, la búsqueda de bienes más culturales o el ejercicio de afanes filantrópicos siempre está, en cambio, rodeada de un aura de «desinterés». La trampa del capital, si así puede llamársele, consiste en que el área de «desinterés» permite acumular poder e influencia en favor del área «interesada». Balzac dice (en La Comedia Humana ) que detrás de toda fortuna se esconde un crimen y quizá por eso, a fin de hacerlo olvidar, todo capital se transforma en lo que aparentemente no es”, explica Peña.
“Así, mientras la venta de papel tissue permitía extraer de los consumidores una ganancia adicional a la que obtendría por la mera competencia, las otras actividades de la familia Matte (las escuelas, los encuentros del CEP presididos por E. Matte, la filantropía religiosa) hacían olvidar la inevitable naturaleza de esa actividad y la inmunizaban contra toda sospecha al extremo que incluso la Presidencia de la República (Frei, Lagos, Bachelet) trataba a los Matte, y a sus instituciones, con especial deferencia. El escándalo del papel tissue (ese papelón, como tituló acertadamente «La Segunda») curará a la opinión pública de una de sus últimas ilusiones: la creencia de que las familias con más linaje y las más religiosas no incurren en los vicios del capital. La ilusión del capital, de la que la familia Matte ha dado un buen ejemplo, es como el negocio del papel tissue que ahora la agobia: así como la ilusión del capital consiste en transformar el dinero egoísta en bienes supuestamente desinteresados, el negocio del papel tissue consiste en hacer que lo abyecto (la suciedad y el desecho despreciables) no parezca tal”, sostiene el columnista.
“Nunca un negocio pudo expresar mejor -como si fuera una metáfora deliberada- las transformaciones del capital”, remata Carlos Peña.
Ahora bien, Matte, que sólo habló para El Mercurio, desde este lunes puede enfrentar un escenario judicial más complejo y por cierto un creciente repudio de la ciudadanía que literalmente ha sido “violada” reiteradamente por prácticas abusivas de empresas que los esquilman solo con el fin de seguir enriqueciéndose, aunque sea con prácticas delincuenciales, total pareciera que para ciertos empresarios, aumentar la riqueza y el poder bien vale “todo sacrificio” y malévolo plan.
Hoy Eliodoro Matte simboliza la decadencia moral y ética de quienes, amparándose en valores decimonónicos, siguen creyendo que los ciudadanos son simple siervos de la gleba. Y si esto hubiese sido descubierto en Asia, de seguro tendríamos un Harakiri