Todo indica que el triunfo en Grecia de la izquierdista Syriza, fue una victoria personal de su líder Alexis Tsipras, antes que de su partido. El mismo que había triunfado en enero pasado, con un discurso rupturista, con una propuesta frontal contra las recetas del Eurogrupo, opuesto a las políticas de austeridad de Ángela Merkel y todo lo que significara ordenar la economía de acuerdo a las instrucciones de Bruselas.
El líder griego junto con su ex ministro de finanzas Yanes Varoufakis llevó hasta el límite las negociaciones con el Eurogupo, demandando una rebaja de la deuda griega, considerada por Syriza como impagable. El rechazo de la Unión Europea, de Merkel, y en particular del decidido ministro de finanzas alemán Wolfang Schäuble, quien había dicho con toda sus letras “que era mejor considerar una salida negociada de Grecia del euro que llegar a un acuerdo”. No olvidemos que había un grupo importante de países europeos que veían como inevitable la salida de Grecia del euro, el denominado: “Grexit.”
Cuando todas las puertas parecían cerrada, Tsipras se la jugó por un acuerdo, y cuando estaba punto de ser firmado, el líder griego “tiró el mantel” y con gran astucia política, llamó a un referéndum contra el acuerdo, que él mismo estaba negociando, en medio de una crisis económica que se profundizaba, junto con un corralito bancario que permitía a los griegos retirar sólo 60 euros diarios.
El triunfo del No al acuerdo, hizo recuperar momentáneamente la dignidad al pueblo griego y sintieron por algunas horas que ellos manejaban la economía de su país y que no eran una colonia de la Eurozona y de Bruselas. Sensaciones importantes en política, pero que no tienen nada que ver con la realidad.
Pero Tsipras volvió a sorprender, se sentó a negociar una vez más con Bruselas, sacó a Varoufakis quien aparecía como el más intransigente, sobre la posibilidad de llegar a un acuerdo, y logró un arreglo más duro que el rechazado en el referéndum.
El denominado “tercer rescate” fue rechazado por su propio partido y un sector se escindió para formar una nueva fuerza política (Unidad Popular liderada por un ex ministro Panayiotis Lafazanis) que llamó derechamente a salir del euro, como única forma de terminar con la crisis.
Para este sector Tsipras era “un traidor”, “que se había vendido a los poderes económicos europeos”. Esto lo llevó a perder la mayoría parlamentaria y llamar a nuevas elecciones que se realizaron este domingo.
El partido de Alexis Tsipras logró el 35.5% de los votos (145 escaños). Le siguieron los conservadores de Nueva Democracia con un 28% y como tercera fuerza se fortalecieron levemente los neonazis de Aurora Dorada, con un aumento de apoyo.
Fuera del parlamento quedó Unidad Popular, la escisión de Syriza, lo que significa un doble triunfo para Tsipras, porque se deshizo de la disidencia interna.
Esto confirma aún más, que quien ganó fue Tsipras, y no Syriza. Lo que sorprende es que a pesar de esto y con el liderazgo alcanzado en vez de optar por un gobierno de Unidad Nacional con Nueva Democracia ( conservadores) que le hubiera dado la fuerza para enfrentar los ajustes exigidos por Europa, optó con repetir la alianza con aquellos que inició su gobierno en enero, la derecha nacionalista de ANEL. Un gobierno unitario hubiese entregado un mensaje de solidez que el actual líder no tiene, a pesar de este espectacular triunfo.
No olvidemos, que los griegos, tendrán que enfrentar duros ajustes por delante. Y pese que en la campaña para estas elecciones todos los partidos se la jugaron por exigir a Bruselas, una renegociación del rescate, lo cierto que el nuevo gobierno deberá abordar en las próximas semanas un estricto calendario de reformas.
Como lo dejó claro el jefe de la Comisión europea , Jean Claude Juncker cuando felicitó a Tsipras , “ ahora necesitamos rápidamente un gobierno sólido preparado para generar resultados” . A su vez el presidente del Eurogrupo Jeroen Dijsselbloem, pidió una rápida formación de un Gobierno para “proseguir el proceso de reformas”, al tiempo que mostró su disposición “para trabajar estrechamente con las autoridades griegas y para seguir acompañando a Grecia en sus ambiciosos esfuerzos reformistas.”
Sólo en octubre deberán enfrentar un duro recorte de pensiones, se desincentivará las jubilaciones anticipadas y se multará a aquellos que se retiren antes de la edad legal de 67 años. Vendrán ajustes del sector financiero. Reestructuraciones, reformas contra la morosidad, cambio en el Banco de Grecia, privatizaciones. El gobierno deberá dar a conocer la oferta conjunta para privatizar los puertos del Pireo (Atenas) y Tesalónica antes de mediado de octubre. Solo los socios desbloquearán el dinero necesario para recapitalizar los bancos y acabar con la pesadilla del control de capitales. Y si todo sale bien, el BCE podría comprar bonos griegos y desatascar la salida de la crisis.
La travesía en el desierto para Tsipras va a ser larga, por eso sorprende que con su talento político, no haya considerado necesario formar un gobierno sólido y no con mayoría simple como lo hizo.
Pero las apuestas de Tsipras siempre han sido audaces e inesperadas, esta es una más.