No sería una gran sorpresa si en las próximas elecciones municipales tuviéramos treinta partidos diseminados por Chile. A las ya tradicionales catorce agrupaciones que están debidamente inscritas, se les podrían sumar quince o más referentes que están en alguna etapa del proceso que exige la ley. Las causas a esta explosión de partidos que se nos viene, son esencialmente dos: el famoso 0,25 (porcentaje de referencia para inscribir partido en una región: por ejemplo, para la Región Metropolita algo más que 6.600 firmas y Coihaique 95) y el fin del sistema binominal.
Da la impresión de que los partidos con presencia parlamentaria aún no se dan cuenta de lo que significa el fin del binominal, algunos siguen pensando en dos grandes y compactos bloques, y es tal vez normal que después de 25 años de un sistema, exista cierta inercia política en esta línea. No es fácil proyectar otra forma de entender la trasformación de votos en escaños, hasta no tener una experiencia práctica y directa con resultados en mano. Recuerdo que tras la caída del muro de Berlín, los habitantes del lado oriental seguían haciendo sus trayectos cotidianos como si aún estuviera el muro entre ellos, no era un tema logístico o racional, era mental y, por ende, cultural.
Con la llegada de la plurinominalidad del sistema de elección parlamentaria (se elegirá hasta ocho diputados en un distrito), el umbral para un ser electo baja a tan solo un 11,2% en algunos casos. En otras palabras, pasaremos del inalcanzable 33,4% del binominal a un tercio de esa cifra.
Pero eso no es todo, si reunimos el 0,25% de los electores de la última elección parlamentaria en una región, tramitamos en una notaría sus firmas, en poco tiempo tendremos un partido nuevo, ¡más fácil que antes y sin intermediarios! En otras palabras, se podrán inscribir listas con diversos candidatos y agrupar votación para llegar al 11,2%. Fácil y bonito. El número de firmas para algunas regiones es tan ridículo, que no se condice con otras regulaciones municipales de transformación local.
Por otra parte, no todos los distritos serán del 11,2%, habrá otros del 25%, del 16,7%, del 14,3% y del 12,5% de acuerdo al número de electos que contemple el distrito. Cifras bastante abordables para partidos o pactos, que se pueden constituir en los próximos meses. Debutar en las municipales y luego proyectar hacia las parlamentarias, será tal vez el ejercicio obligado de estos partidos.
A nivel de senadores, la situación solo cambia en las regiones densas y a la vez más gravitantes desde el punto de vista político, como lo son la Región Metropolitana, Valparaíso, Maule, Biobío y La Araucanía, con cinco senadores cada una y cotas del 16,7% para ser electo.
¿Pero cómo afectarán todos estos cambios en el mapa electoral y político de los próximos años? Evidentemente, al haber cotas más bajas de electividad y facilidades genuinas para inscribir partidos nuevos, surgirá en algunas regiones una batería enorme de alternativas políticas a las ya tradicionales y conocidas.
En la práctica, a los ya antiguos dirigentes locales y a veces rezagados por los partidos clásicos, se sumarán jóvenes liderazgos salidos de los últimos años de movilizaciones. Y como suele ocurrir, no habrá cabida para todos, pero esta vez muchos iniciarán el camino a la inscripción propia, en un nuevo referente.
Los actuales alcaldes reaccionarán en dos direcciones: los que intentaran reflotar la triste doctrina “del que tiene mantiene”, evitando primarias y, un segundo grupo, que hará los cálculos y se dará cuenta de que puede ir tras un escaño en la Cámara de Diputados. Es de esperar que haya una tercera alternativa dispuesto a todo.
De esta manera, será bastante difícil para los grandes conglomerados cuadrar la caja. Se deberán hacer varias preguntas: dónde hacer primarias, cómo defender lo que se tiene, cómo impedir que los partidos nuevos, por más debutantes que sean, no resten votos, cómo expandirse pensando en las parlamentarias, cómo dar cabida a los antiguos y nuevos dirigentes para que no se me vayan “por fuera” a pesar de la ley antidíscolos. Finalmente, y la pregunta más compleja: ¿con quién y cuántos se construye el pacto? La respuesta no es evidente, pues hay que cuadrar la política con las matemáticas en términos de aliados y expectativas.
Los números no mienten, habrá más partidos y menos votos. Los óptimos electorales no van a cuadrar con los deseos políticos de todos. El sistema nuevo que puso fin al binominal, favorece pactos medianos, del 23% al 26%, lo que podría tener como consecuencia la generación de más listas al Parlamento, difuminando en los hechos la agregación en dos grandes bloques como se ha conocido hasta ahora. Los porcentajes descritos, producen el mayor rendimiento y esto algunos ya lo saben.
Las municipales serán la gran previa de la parlamentaria. No entender esta relación es fracaso seguro, pues con las primarias ya instaladas como práctica habitual en ambos procesos y distritos más extensos, se requerirá sostener y poblar donde antes no era necesario. En resumen, todo el ciclo será rápido, corto y profundo. Elecciones sucesivas para elegirlo todo. Es un nuevo ciclo electoral definitorio por al menos 10 años. El que no entienda las nuevas reglas se quedará sin Presidente y sin Congreso. A abrir la mente y encender la calculadora.