Miles de manifestantes en 200 ciudades de Brasil salieron a las calles para exigir una vez más la salida de Dilma Roussef como reacción a la profunda crisis de legitimidad que atraviesa su gobierno así como a la ausencia de respuestas efectivas para la problemática económica del país. Sumado a ello el escándalo de Petrobras y los hallazgos de su investigación de donde se derivan sobornos, malversación de recursos, entre otros, constituye el mayor símbolo de un fenómeno de corrupción que alcanza todos los círculos de poder de Brasil. Así resulta comprensible el índice de 9% de respaldo al gobierno, un hecho sin precedentes en la historia de la democracia brasilera.
El alza de impuestos, la inflación y el aumento del desempleo evidencian las inconsistencias de un modelo de Estado propuesto por el Partido de los Trabajadores –PT- en el que la concesión de beneficios sociales excedió la capacidad de gasto de la economía brasilera. En este contexto, el poder de los movimientos sociales que llevaron al poder a Lula y a Dilma es el mismo que hoy exige cambios radicales y enfrenta al PT a su peor crisis.
Los protagonistas de estas movilizaciones son grupos populares como Vem Pra Rua (Ven a la Calle), Movimiento Brasil Livre (MBL) y “Revoltados Online” quienes a través de las redes sociales, el uso del discurso que promueve la ética y la protesta no violenta han querido despertar el compromiso frente a una renovación que sólo es posible como construcción ciudadana, en particular desde los jóvenes. Si bien, presionar la dimisión de Roussef constituye hoy su prioridad, estos movimientos reconocen también que su salida de la Presidencia per se es un paso trascendental pero no suficiente para hacer frente a los grandes desafíos del país.
Conocida la capacidad de movilización de estos grupos, el Partido de la Social Democracia Brasileña –PSDB- manifestó su apoyo y quiso sumarse a las manifestaciones del domingo. Este nuevo ingrediente resulta importante para abrir canales de diálogo políticos e institucionales para las propuestas de estos movimientos y por qué no revitalizar su proyecto de político de este y otros partido.
Por ahora, en ausencia de propuestas precisas de la oposición, la salida de Roussef podría no ser más que un analgésico para un cáncer. El –PSDB- aún no se perfila como una opción política contundente, de modo que su gran reto consiste en capitalizar la crisis no sólo en términos de asegurar sus aspiraciones políticas y sacar del juego al PT sino establecer un programa de gobierno convincente que dé respuesta al desafío económico y de gobernabilidad de Brasil.