A partir del próximo 15 de agosto, Corea del Norte cambiara su huso horario adelantándolo 30 minutos, tras 70 años de ubicarse junto con Corea del Sur y Japón, a nueves horas del meridiano de Greenwich (GMT +9:00). La decisión de la Asamblea ha sido planteada como una expresión anti-imperialista que busca romper con uno de los legados de la ocupación japonesa.
Vale la pena preguntarse cual es el mensaje político detrás de esta iniciativa. Vista como una expresión de rechazo a lo que fue el régimen japonés la medida puede resultar anacrónica. Sin embargo, la decisión es mas que un símbolo. ¿Se trata acaso de un mecanismo para exacerbar sentimientos nacionalistas? ¿O la formula ya conocida de los gobiernos autoritarios que busca fortalecer la identidad a partir del antagonismo?.
Kim Jong Un quiere dejar una huella en la historia norcoreana y asumir un liderazgo fuerte. Para ello, quiere proyectar no sólo los sentimientos en contra de Japón, sino una visión que puede tener matices anti-occidente. La llamada «hora de Pyongyang» hace parte de un conjunto de estrategias con las que Corea del Norte quiere tomar distancia política de sus vecinos.
Las aspiraciones políticas se sirven de múltiples medios para materializarse, de ahí que lo cultural juega un papel determinante. El gobierno ha desplegado toda una campaña mediática orientada a exaltar la identidad norcoreana; a través de múltiples mensajes se anima a los ciudadanos a reconocer la singularidad del país, la existencia de una «formula norcoreana» para asumir desde lo cotidiano hasta lo ideológico.
Sin embargo, esta identidad puede traducirse también como un mensaje a Corea del Sur en el que las posibilidades de una reunificación no están contempladas. Para el gobierno surcoreano, este hecho no resulta trascedente para el diálogo menos aún para el proyecto político integracionista. Sin embargo, lo cierto es que con esta medida Corea del Norte está fijando una posición y visibilizando los que en el concierto internacional son sus adversarios.
30 minutos no son mucho, pero en este caso contribuye a distanciar dos nociones de Estado que han intentado conciliarse. Se opaca la «política del resplandor», aquella que con el liderazgo del surcoreano Kim Dae-Jung hizo posible un acercamiento histórico entre las dos Coreas.