viernes, noviembre 22, 2024

¡Fora Dilma!

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El 20 de junio de 2013 cientos de simpatizantes del Movimiento Pase Libre (MPL) tomaron la avenida Paulista, en Sao Paulo, celebrando la caída del aumento en la tarifa del transporte público en una ola de protesta que duró 13 días, que se extendió por todo el país y marcó un hito, porque fue la primera protesta masiva en contra del “ venerado” Partido de los Trabajadores (PT) de Lula, revelando una furia incomprensible- por lo menos para los extranjeros- que en el país del fútbol, no sólo se protestara por las alzas de los pasajes ,sino por el coste de las obras del mundial de futbol 2014.

Este fin semana multitudes de manifestantes se volcaron a la calle y se sintieron con fuerza los gritos de ¡Fora Dilma! Estos se extendieron desde la playa de Copacabana en Río de Janeiro, la avenida Paulista de Sao Paulo y en decenas de ciudades de Brasil incluso en el Nordeste, bastión del PT, región que fue decisiva para el estrecho triunfo en segunda vuelta de Dilma Rousseff por tres puntos versus Aecio Neves, líder del partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), en el mes de Octubre del 2014.
Rousseff lleva sólo ocho meses de su segundo mandato y aparece cercada por los escándalos de corrupción, con una economía a la deriva y bloqueada en su gobierno por su enfrentamiento con el Congreso.

Los escándalos no comenzaron con este gobierno se arrastran desde el gobierno de Lula, pero todo parecía que se le perdonaban al ex mandatario, porque la economía iba bien y fue capaz de generar por medio de una política asistencialista, el acceso al consumo a treinta millones de brasileños que habían visto tradicionalmente, el progreso del país desde las vitrinas.

¿Cómo se explica, que una mandataria que lleva ocho meses de su segundo mandato, su apoyo se haya desplomado del 42% al 8% y su rechazo se haya disparado del 24% al 71%? Sólo un 9% de los brasileños apoya que el PT esté en el gobierno. En otras palabras, la gran mayoría piensa que la presidenta está haciendo un trabajo «malo» o «muy malo.» Con este clima de enfrentamiento entre bandos, y una economía que atraviesa su peor recesión en 25 años, no es de extrañar que dos de cada tres brasileños apoyen la apertura de un proceso para apartar a Dilma del poder.

Pero esas no son las únicas razones, en la Avenida Paulista, un enorme globo de Lula, vestido de presidiario, presidía la ira de los manifestantes, y marcaba el rechazo a los sucesivos escándalos del PT, y el fin del liderazgo incombustible del ex presidente.
El Partido de los Trabajadores (PT) era una anomalía en el sistema de partidos brasileños, éstos han sido tradicionalmente fragmentados y débiles y con poco o nulo sustento social y reducida fidelidad partidaria. El PT sin embargo, era algo distinto, desde su génesis en 1980, un carismático líder sindical Luis Inacio Lula da Silva, echaba las bases de una colectividad con sólidos fundamentos sociales, que pretendía desde las organizaciones sindicales , construir un liderazgo de izquierda centrista, con énfasis en lo social y con fuertes vínculos en los nacientes movimientos sociales que adquirirían fuerza, cuando retornó la democracia en 1985.

El estallido social de estos días nos viene a demostrar que el PT, fue también una ilusión ,un partido que respondió al carisma de Lula, más que a un proyecto político, y cuando llegó al poder, terminó insertándose en una lógica clientelar, como la gran mayoría de los partidos del país, y que en este caso le dio sustento a una corrupción estructural, propia de la política brasileña. No se planteó ningún cambio, más bien se profundizó el estilo de hacer las cosas.

Esto llevó a una creciente desconfianza de la ciudadanía en la clase política, que se explica por las revelaciones sobre la maquinaria ilegal levantada en torno a la gigante estatal Petrobras -considerada hasta antes del inicio del escándalo como uno de los mayores orgullos de ese país- para el financiamiento de la política y también para el desvío de fondos hacia cuentas personales. Un entramado que, por lo que se conoce hasta ahora, comenzó a levantarse durante el primer gobierno de Lula da Silva y que tiene a su hombre de confianza, José Dirceu, en la cárcel.

La red de corrupción explica el descrédito en que ha caído el Partido de los Trabajadores y que ha convertido en un verdadero héroe nacional al juez encargado de investigarla al que denominan “ el justiciero”, el Juez federal Sergio Moro.
Moro desde su oficina en Curitiba en el Estado de Paraná, se ha transformado en un héroe nacional, a sus 43 años, comanda la operación Lava Jato, que hace temblar al mundo político. Esta es una arista del caso Petrobrás y se centra en una trama corrupta de sobornos y lavado de dinero —su principal especialidad— que sacó a la luz los desvíos en Petrobras. Pero el foco ya no está solo en la petrolera pública. Las investigaciones incluyen otros organismos, ministerios y empresas públicas. La trama Lava Jato es imprevisible. Nadie sabe qué ocurrirá mañana. Se parece cada vez más a la operación “Manos Limpias de Italia”, principal inspiración de Moro para su trabajo y para los brasileños de la calle, sienten que con él por primera vez tienen el “sartén por el mango” contra quienes han usufructuado del poder, durante décadas y sin mucho disimulo.

Los pactos políticos en Brasilia parecen no poder impedir la decisión del fiscal de llevar a cabo una limpieza en el país. Muchos tabúes nacionales se han roto con el caso Lava Jato, pero quizá el principal ha sido que, por primera vez, decenas de miembros del establishment empresarial fueron a la cárcel, entre ellos, Marcelo Odebrecht, ejecutivo de la mayor constructora del país desde la dictadura militar.

Por su parte, la crisis económica se acentúa durante el 2015, también esta tiene su génesis en el primer gobierno de Lula, que apostó a lo que podemos denominar un programa de consumismo populista, basado en el programa Fome Cero ( hambre cero) y Bolsa Familia, que se implementó con un sistema de ayudas económica, que produjo efectos inmediatos y llevó la figura de Lula a ser reconocido como un “verdadero mesías”, que producía efectos inmediatos en la solución de la pobreza. Sectores que nunca imaginaron tener acceso a bienes pudieron hacerlo. Era la “varita mágica de Lula y la fuerza del PT”.
Cuando llega Dilma el 2011 intentó seguir la misma línea, haciendo más gastos públicos de lo que podía, para no suspender, una política económica que redituaba en altos niveles de respaldo en particular en las regiones más pobres del país. De ahí que el nordeste de Brasil se fue transformando en un feudo del PT y el sur y el sudeste- la región industrializada- con una gran clase media, se fue fortaleciendo en una oposición creciente, porque percibían que la economía estaba siendo mal gestionada, que se ralentizaba y que habían cada vez menos oportunidades en el país, que crecía la inflación y el desempleo y que la corrupción aumentaba, direccionada hacia los aliados del PT.

Lo que se agudiza con el segundo mandato de Dilma, cuando reconoce que el programa de ayudas económicas no resultaba sustentable y se vio en la obligación de sumar a Joaquim Levy, un ministro de economía más identificado con la necesidad de ajustar la economía, de terminar con los subsidios y las políticas asistencialistas.

Los electores de Dilma,se sintieron engañados, porque durante la campaña su discurso fue diferenciarse del opositor Aecio Neves, del Partido Social Democracia Brasileño (PSDB a quien le ganó por tres punto), acusándolo de intentar hacer lo que ella ahora aparece decidida a implementar.

La decepción remeció a sus propios electores. De ahí la falta de reacción de los propios adherentes del PT, frente a las movilizaciones de este año, el sueño de constituirse en un partido como el peronista en Argentina que dirime desde 1946 los procesos electorales, se desvaneció totalmente.

Y la tormenta perfecta, se sigue agudizando, todo indica que la crisis económica va a ser más profunda de lo que se pensaba. El boletín Focus del Banco Central señala que en el 2016 la economía brasileña seguirá cayendo en un 0.15%. Y que este año las previsiones indican que la contracción del -1,97 %, como se esperaba, se va a agudizar en una variación negativa del- 2,01%, que sigue siendo el peor resultado para el PIB desde 1990, cuando la economía brasileña tuvo una caída del 4,35%.
Por último el Tribunal Superior Electoral, sumó a sus investigaciones la campaña presidencial de Dilma, para averiguar si recibió fondos ilegales de la trama de corrupción. El Tribunal de Cuentas, por su parte, mientras tanto, evalúa si existieron irresponsabilidades fiscales en los balances económicos del gobierno el pasado año.

Ambos juicios podrían, en caso de demostrarse, revelar infracciones por parte de la presidenta, que permitiera desembocar en el demandado ‘impeachment’ (juicio político), una de las palabras preferidas por los manifestantes que podría satisfacer la demanda que se siente con fuerza en Brasil: ¡Fora Dilma!

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