Nunca los entresijos de la corrupción en Chile se han exhibido con tanta claridad como en las tramas de los casos Penta y SQM. Un iter criminis y un modus operandi donde el fraude al fisco y el lavado de activos son justificados por los partícipes con una impudicia que evoca al Tangentopolis italiano. Por eso, el cambio de gabinete anunciado por la Presidenta auguraba un nuevo escenario, una punta de lanza en contra del financiamiento ilícito de la política que, no obstante, dejó a muchos en la perplejidad. Incluso algunos vieron que La Moneda se convertía en Donnafugata: allí el Gatopardo se paseó con sus mejores galas en busca de aquella gracia perdida que alentara un futuro, más sólo encontró a Piel de Asno.
No olvidemos que el Gatopardo le pidió a su sobrino que llevara una alforja con dinero a la causa de Garibaldi. ¿Un noble ayudando a quienes desean el fin de la monarquía y la instalación de la república? Sí. La razón no era otra que perpetuar el poder de una clase que muere… porque “se necesita que todo cambie, para que todo permanezca igual”. Una realpolitik que devino en el sesentañista calificativo del ‘Gatopardismo’: el acomodo de las clases dirigentes a la democracia o, bien, la cooptación de ella. Mas, hoy asistimos al fin de esa época y entramos en la era de ‘Piel de Asno’.
Ella, una virtuosa y bella princesa, huye de Palacio cuando su padre se obsesiona con desposarla. Una vez en el bosque, su hada madrina le aconseja cubrirse con una fétida piel de asno e instalarse en un miserable caserío: allí, pese a la fealdad, se sentiría reconfortada entre los pobres. Una vida solitaria que termina cuando conoce al príncipe azul, quien se enamora perdidamente. Así al matrimonio, le siguen la unión de ambos reinos en la Francia del arcoíris y el indulto de los delitos ligados a la conducción política. No es impunidad, es sólo la adecuación a las grandes tareas del Estado.
Ambos relatos se transformaron en exitosos films hace más de cuatro décadas, representando paradigmas políticos que aún perduran.
Por eso, el nuevo gabinete no es un golpe de timón, sino un cambio de dirección con incierto destino que nos retrotrae a los 90’. El discurso del proceso constituyente aligera la carga de una asamblea y el consenso se sobrepone a las reformas. Un fotograma donde el elenco ha dejado caer la piel de asno y se reinstala con su tradición. Todo ha cambiado, todo sigue igual.
Cinecittá y Cannes vuelven a estar frente a nosotros con su mayor esplendor.